Hace bastante tiempo que no me asomaba por el blog ni para
revisarlo ni para escribir nada. Supongo que el afán de notoriedad desapareció hace
tiempo y que el intento frustrado de generar cierto grado de tráfico fué
suficiente para que me plantease publicar de forma más espaciada, centrarme
solo en las crónicas o incluso plantear otro tipo de contenidos.
Pero abandonar las sanas costumbres llevan a la pereza, la
pereza al abandono y eso ha terminado suponiendo un parón de 15 meses en los
que no he escrito nada, pero en los que, por supuesto, he seguido con mi vida
atlética de forma habitual y más o menos en la misma línea.
Sin ir más lejos en ese periodo de tiempo corrí el Maratón
de Madrid 2016 con marca de 3:00:12, la temporada completa 2016 de 10 km en la
capital con marca acreditada para la San Silvestre Vallecana Internacional y un
puñado de medias con marcas por debajo de 1:27, así que no ha sido un espacio
en blanco sino que ha sido un periodo de silencio.
Una vez justificado el parón del blog diré que si me he
animado a escribir esta crónica ha sido por una escasa pero sincera y entusiasta
aclamación popular, así que todo lo se escriba a partir de ese momento se debe
a sus cariñosos ánimos para que siga adelante con el blog.
Dicho esto, situémonos en el mes de enero de 2016 momento en
el que me envían el email donde se me informa que la inscripción de mi equipo
de tres componentes ha sido aceptada para correr la 43 edición del Maratón de
Belín.
Como todos los que corremos maratones tengo un grupo con
unos amigos que, esperanzados, siempre realizamos inscripciones a todos los
mayors para ver si suena la flauta en el sorteo de las inscripciones y no tener
que pasar por el sangrante yugo de las agencias de viajes especializadas, por
lo que cuando me llego el email tardamos poco más de 3 horas en tener realizado
el pago de los dorsales, reservado el hotel y pagados los vuelos.
Una histeria febril nos llevo a hiper eficiencia y
conseguimos cerrar el viaje a Berlin con estancia de 2 noches por el precio de
800 euros para 3 personas, es decir unos 270 euros por barba.
¡¡¡BRUJERÍA!!!
Diréis algunos... Pues nada más lejos de la realidad. El
dorsal tenía un coste de 90 euros por cabeza, pillamos la inscripción básica
sin camiseta, sin cortavientos, sin camiseta de finisher, ni taza, ni leches, solamente
inscripción y medalla. El hotel fue un hostel de mochileros en el centro de
Berlin a escasos 10 minutos de la salida/meta del maratón en una habitación
compartida por los 3 al coste de 134 euros las 3 noches, lo que nos suponía
unos 50 euros por cabeza y el vuelo con Iberia Express y Air Berlin nos salió por
130 euros por cabeza ida y vuelta.
Así pues a primeros de enero ya estábamos conjurados para el
25 de septiembre entrar en el Olimpo de los dioses y juramentados para que,
pasase lo que pasase, todos terminasemos ese día por debajo de las 3 horas.
Como bien se dice, la ocasión la pintaban calva y estábamos
motivados y con margen de sobra para afronta reto en tiempo y forma.
La planificación específica para el maratón la empezaría por
junio de ese año, pero entre enero y junio me organicé para correr Madrid en
3:00:12 y para acreditar doblemente la marca para la San Silvestre Vallecana
Internacional con dos sub 38 en la Carrera del Agua y en la Carrera Norte
contra Sur. Vamos, que estaba como una puta moto. Quizás demasiado.
La carga de entrenamientos puede que me pesase un poco
mentalmente, llevaba un año a tope y había cambiado de lugar de residencia y de
entrenamiento. Había dejado mi carril bici en Monte Carmelo y sus interminables
kilómetros en todas las direcciones para encerrarme en El Retiro, que a pesar
de estar muy bien no tiene un recorrido de más de 5 km y es, quede esto entre
nosotros, un sitio un poco coñazo para entrenar.
Por lo que cuando en Junio empezaba con las rutinas y el
plan de entrenamiento estaba un poco cansado por no haber descansado y un poco
hasta los huevos del sitio en el que entrenaba.
Si a esto le sumamos que mi santa esposa le gusta salir un
par de días a la semana a correr en verano me sitúa en la línea de salida con 3
días de entrenamiento entre semana más la tirada de carga los sábado. Eso son pocos
días de entrenamiento para cargar los kilómetros adecuados para templar cuerpo
y mente para atacar sub3, por esa razón me centre en realizar entrenamientos de
calidad en vez de centrarme tanto en la carga de kilómetros.
Este tipo de entrenamientos ya me había ido bastante bien en
mis dos últimos maratones (3:00:2 y 3:00:12), reduciendo kilómetros y mejorando
calidad, pero claro una reducción de kilómetros en la que mantenía unas rutinas
de 4+1, no de 3+1.
El otro factor en contra que he tenido que enfrentarme estos
meses de entrenamiento ha sido el insoportable calor que hemos tenido en Madrid
a lo largo de todo el verano. A pesar de salir a correr a las 6:20 de la mañana
muchos días veía mientras subía al Retiro temperaturas de 25 y 26 grados.
Entrenar con ese calor es una putada, porque no puedes darlo
todo y porque los resultados de los entrenamientos pueden confundir bastante.
Por lo que llegue a desesperarme. No me salían los ritmos, no me salían los
miles, los cambios de ritmo eran un puto desastre y la verdad es que al albur
de dichos resultados empecé a moderar las expectativas de cara a Berlin. Si,
iría a correr, lo daría todo, pero intentaría disfrutar del maratón. Porque
estaba claro que no iba a bajar de las 3 horas y si seguía entrenando a ese
ritmo sin que me saliesen las cosas bien iba a terminar rayándome.
Así que a partir de ese momento continué con el
entrenamiento pero de forma más relajada y tranquila, esforzándome, pero ya sin
la presión añadida del resultado. Lo cierto es que ya fuese por la eliminación
de la presión o porque ya me había acostumbrado al calor, empezaron a salir
mejor las cosas y algunos de los test empezaron a dar resultados más positivos.
Comentando con Juan y Antonio, los amigos que me acompañaban
a Berlin, me comprometí con ellos a hacerles de liebre hasta el kilómetro 30 y
ponerles en allí en 2:05, tiempo de sobra para que ellos atacasen de forma
solvente la prueba en menos de 3 horas.
Y en eso centre el entrenamiento. Las tiradas largas de 2
horas me salieron de 27 y 27,5 kilómetros por lo que era más que factible que
pudiese cumplir mi cometido gracias a la fuerza que da correr al lado de un
amigo junto con un dorsal y compromiso.
Y a final principios de septiembre sucedió la catástrofe.
El fin de semana del sábado 11 de septiembre, por la mañana,
hice mi última tirada larga. Un test de media maratón a ritmo de carrera que
firme con un muy interesante tiempo de 1:27. Estaba super satisfecho y así se
lo manifesté a mis colegas, porque estos entrenamientos levantan el ánimo, dan
confianza y rellenan el espíritu de esa fuerza que nos hace capaz de asumir
retos muy por encima de nuestras posibilidades. Veía color y posibilidades.
Al día siguiente Antonio y Juan tenían sus últimas tiradas
de 30 km. Habían seguido, sobretodo Antonio, un durísimo entrenamiento con menús
semanales de hasta 100 kilómetros (cuando yo las que más kilómetros hice tenía
74) y venia como un puto avión de fuerte. Había realizado entrenamientos
salvajes con rodajes largos entre semana de 19 km a ritmos de 4:10, miles
progresivos de 3'50'' a 3'30'' y gracias a eso y que les habían ido saliendo
las cosas venían con toda la confianza del mundo para poder cumplir el reto de
bajar de 3 horas. El domingo a media tarde, al no tener noticias suyas ni de su
entrenamiento, le preguntamos por el wassap en plan cachondeo que qué
había pasado con su entrenamiento, que seguro que había sido una mierda y que
había pinchado y le acusamos de ser un piltrafilla y un flojo.
La respuesta a nuestras chanzas fue una imagen de un pie
escayolado y la explicación de que cuando iba por el 25 a buen ritmo y con los
tiempos controlados, había realizado un quiebro raro para esquivar a unos que venían
en bicicleta y en un bordillo se había caído. El diagnostico era que se había
roto el 5º metatarsiano del pie y que tenía que llevar 90 días la escayola y
luego 2 meses de recuperación sin correr.
He tenido mucha suerte y no he tenido que enfrentarme a
grades dramas personales a lo largo de mi vida y os juro que hasta ese momento no
me habían dado una noticia que me dejase tan impactado. Me quede roto
interiormente y todavía noto como se me arrugan las tripas cuando me acuerdo de
todo lo que se me paso por la cabeza en ese momento.
Para alguien que no corra esto es una enorme putada, una
desgracia, un acontecimiento desaventurado que hay que afrontar con entereza. Pero
solo un corredor de verdad puede llegar a entender la magnitud de este
acontecimiento, tanto para Antonio como para nosotros.
La sensación de vacío cuando asimile la noticia fue como si
me hubiese alcanzado la onda expansiva de una bomba, como un impacto de
silencio que me golpeo haciéndome sentir, por simple empatía, todo el dolor
mental y toda la frustración que en ese momento estaba experimentando mi amigo.
Para este tipo de noticias nadie te prepara porque parecen
inexplicables y la verdad es que estuvimos bastante tocados mentalmente durante
unos días con la noticia. No obstante los días siguieron pasando y a pesar de
que nuestro entusiasmo había desaparecido, los entrenamientos iba cayendo y el
día 18 Juan y yo teníamos el test de los 10 km de Madrid corre por Madrid.
Y la verdad es que la prueba arrojo un resultado excelente
para los dos. Juan hizo 38:31 y yo firme un 38:02 que nos ponía a los dos de
dulce de cara a la carrera. O por lo menos para poder afrontar los ritmos que
inicialmente teníamos en mente de cara al maratón.
Si a esto le sumamos que también hice el test de 2 x 6000 de
Gavela en el que me salió el primer 6000 con un tiempo de 24'31'' y el segundo
de 23'22'', me situaba con una marca posible de cara al maratón de entre 3:00 y
3:05, y la verdad es que todo me sonaba bastante bien.
Y hasta aquí un poco la primera parte de la crónica o lo que
viene a ser la puesta en antecedentes de las circunstancias y condiciones en
las que llegaba a Berlin.
Resumiendo: cansado y un poco tocado mentalmente, pero con las
dos últimas semanas con resultados sólidos y esperanzadores de cara a poder
plantearme una carrera fuerte y quién sabe si con posibilidades de bajar de 3
horas. Es posible que si hubiese sido realista me habría dado cuenta que pensar
eso era venirme un poco arriba, pero siempre he sido de la opinión de que al
maratón hay que enfrentarse con valentía y no guardando.
Así y todo, el jueves 22 por la tarde estaba tan tranquilo
en la cama cuando me llega un wassap con el siguiente mensaje:
"Tío, estoy jodido, mi hija me ha roto el DNI y tengo
el pasaporte caducado"
No me lo podía creer, Juan no tenía documentación para poder
pillar el vuelo y tenía que irse el mismo viernes a las 8 de la mañana al
aeropuerto para sacarse el pasaporte de urgencia en la comisaria y poder volar
porque si no se quedaba en tierra.
Así que ya sabéis. Tip nº1 para viajar al extranjero,
revisar con un par de semanas de antelación el DNI y el pasaporte por si acaso.
Porque si no os puede pasar como a Juan que casi no durmió esa noche pensando
que se quedaba en tierra por una gilipollez.
Afortunadamente el tema se soluciono sin problema y el
viernes solvento el incidente con nuevo pasaporte y con el único coste personal
de tener que pasar 5 horas extra en el aeropuerto, porque estaba claro que
llego allí las 8 de la mañana para solucionarlo cuando el vuelo salía a las
13:00 (+ 1 de retraso).
El vuelo a tierras germanas fue placido y sin incidente. Con
hambre por la mala hora de salida que era a las 14:00 y tuvimos volar 3 horas
sin comer, pero bueno, tampoco íbamos a quejarnos demasiado. Siempre teníamos
la opción de dejar que nos atracasen en vuelo y comprar algo del catering del
avión, pero las birras que nos habíamos tomado en el aeropuerto mientras
esperábamos fueron suficientes para que aguantásemos.
Uno de los errores que cometimos a la hora de planificar el
viaje no el desplazamiento del aeropuerto al hotel, es más como de los billetes
del avión no me había encargado yo, ni siquiera sabía a qué aeropuerto llegábamos,
ni si estaba lejos o cerca de la ciudad, si había metro ni nada.
Inicialmente hay un autobus desde el aeropuerto al módico
precio de 2,50 que te lleva hasta la Alexander Platz en el mismo centro de
Berlin, pero nos quedaba un pelín a desmano y cómo íbamos con hambre, y
estábamos un poco hasta los huevos, decidimos ir en taxi al hotel.
El precio del taxi fueron algo menos de 20 euros desde el
aeropuerto hasta nuestro hotel, lo que es bastante razonable y dimos por bueno.
No obstante y ya para cuando planificamos la vuelta vimos que el autobús tenía
una parada a escasos 300 metros de nuestro hotel. La próxima supongo que lo
miraremos porque realmente el autobús funciona de puta madre y tiene una
frecuencia cada 5/10 minutos durante todo el día.
El hostel era eso... Un hostel de mochileros. Un semisotano
remodelado con habitaciones que podríamos calificarlo de justito para los
standares de la hostelería española. No obstante la habitación estaba limpia,
seca y luminosa. La WiFi del hotel nos
llegaba correctamente y las dos literas eran más de lo que necesitábamos para los
dos que éramos, así que el precio y la cercanía a meta y salida compensaban lo
demás.
Fue dejar las cosas en el hotel y salir a comer algo. Un
paseo de escasos 10 minutos nos llevo a los pies de la Puerta de Brandenburgo
en donde la organización del maratón ya tenía una fan zone organizada y en
donde se podía comprar birra a buen precio, comidas típicas alemanas
(salchichas, pretzels, etc) y varios puestos de comida italiana (pizza y
pasta), el spot perfecto y soñado por los corredores que van a un maratón, un
sitio de referencia en el centro al que poder ir a comer pasta a buen precio y
beber cerveza tranquilamente en la zona
en la que la gente se mueve para turistear y ver la ciudad. Un acierto y una
nota de calidad para la organización.
Esa tarde la pasamos tranquilos por allí y ya puestos
directamente nos fuimos a cenar a un restaurante local. Más salchichas, más
cerveza y carne de ciervo. Comentaros que allí anochece antes que en España y
que a las 7:30 de la tarde parecen las 10, por lo que en cuanto os despistéis
un poco vais a encontrar los sitios bastante llenos.
Tras un largo día llegamos al hostel pronto y por lo que a
mi respecta tarde bastante poco en plegar y quedarme sobado. El miedo que tenia
al estar en un hotel de gente más joven era que pudiesen despertarnos o
molestar por la noche, pero eso quedo totalmente descartado, porque no oímos un
puto ruido. La única nota negativa es que por allí no usan persianas y si sois
como yo de los que les molesta la luz a la hora de ir a dormir, vais a tener
ese pequeño problema.
Al día siguiente, bien pronto salimos en dirección a la
feria del corredor para retirar los dorsales y todo lo necesario para lo de la
carrera. Estábamos en la calle sobre las 9:30 y nos fuimos a buscar un sitio
para desayunar y… Realidad numero de 2, Berlin no es España y allí no hay bares
cada 50 metros.
Dimos una vuelta bastante hermosa sin encontrar un sitio
decente donde desayunar con calma y afortunadamente en la puerta de la feria
vimos un hotel y decidimos desayunar allí en el bufet libre. No voy a explicar
lo que hay en un bufet libre de un hotel, solo diré que como buen español
exprimí cada euro de los 16 que me cobraron por desayunar allí.
Y tras eso fue rodar la calle y llegar directamente a la
feria.
Y oiga, una maravilla. La afluencia de gente era incesante y
ya eran casi las 11 de la mañana cuando entramos, por lo que aquello estaba
petado. Pero fue super rápido y sin una sola cola o aglomeración.
En primer lugar te ponen una pulsera de tela termosellada
que te acredita como corredor. Esta pulsera es fundamental ya con ella vas a
poder entrar en la zona de salida al día siguiente, si la pierdes o se estropea
no te van a dejar entrar y fui testigo de algún corredor que, con su chip y su
dorsal, tenía problemas para que le dejasen entrar por no tener dicha pulsera,
por lo que hay que estar atento a que te la pongan bien.
Después de ponerte la pulsera, pasas por la zona en la que
te dan la bolsa del corredor, transparente con asas tipo mochila, que es la que
tendrás que llevar al día siguiente para usar en el ropero, y varios obsequios
(un gel de ducha de Adidas, un sobre de isotónica, galletitas saladas, una
esponja para el día de la carrera y varios folletos) y tras eso accedes a los
mostradores en los que te dan el dorsal.
No están agrupados por números, sino que directamente
accedes a uno de los voluntarios el cual revisa tu inscripción en la que viene
con un código de barras, lo scanea, accede a tu inscripción y, tras comprobar
el DNI, imprime tu dorsal y listo, ya tienes todo lo necesario.
A partir de ese punto accedes directamente a la feria del
corredor, que es inmensa y una auténtica locura. El stand de Adidas con el
merchandising oficial de la carrera es una autentica guerra, la gente se lleva
las camisetas por decenas, no hay tallas y a pesar de que están constantemente
reponiendo resulta casi imposible encontrar nada.
Así que tip nº 2 si realmente quieres comprar merchandising
oficial de la carrera organízate para ir el primer día de feria a primera hora,
porque sino tendrás problemas a la hora de acceder a todos los modelos y todas
las tallas.
Juan quería una cortavientos de estas con cremallera y
capucha y en el momento en que llegamos solo había tallas L y XL, nada de M ni
S y eso pasaba con los 4 modelos de sudaderas que había. Lo mismo pasaba con
las camisetas, de tallas grandes había de sobra, pero de las pequeñas resultaba
prácticamente imposible encontrar nada. Y ojo no eran nada baratas, porque los
cortavientos eran de 70/80 euros y las camisetas eran de 35/45 euros.
Afortunadamente le encontramos las dos últimas tallas S de
cortavientos y camiseta a Juan y aunque no fue en el modelo que quería se quedo
satisfecho por haberlas encontrado. Ironías del destino yo, que no me iba a
comprar nada, tenía todos los modelos y todas las tallas disponibles. Ventajas
de gastar una XL.
El resto de la feria pues como todas las ferias del corredor
de maratones, pero 3 o 4 veces más grandes.
Terminamos con la feria a eso de las 13:00, hora perfecta
para ir a la puerta de Brandenburgo y tomar unas cervezas con calma con unos
amigos que también habían ido a correr el maratón. Y así pasamos la hora de
comer entre pasta, cerveza y batallitas de corredor, hablando de ritmos, de
estrategias a seguir, de anécdotas de algunos de nuestros éxitos y de los
muchos “fracasos” que hemos tenido como corredores.
Molan esas charlas porque aunque te la cuente una persona a
la que acabas de conocer te ves reflejado en ellas. Todos conocemos el sabor
del muro, de cómo sabe cuando te estampas contra el y todo se va a la mierda y
también de cómo te sientes cuando consigues vencerlo y te sobrepones a toda su
dureza, logrando el éxito y la victoria.
Aparte todos sabemos que en el rosario de cuentas que son
nuestros maratones, la mayoría tienen tonos opacos, pero son perlas sin brillo
que llevamos orgullo y que son el marchamo de nuestra experiencia.
Es más, creo que el corredor que ya ha cristalizado, el que
tiene experiencia y kilómetros de sobra en las piernas, termina disfrutando más
cuando habla de sus tropiezos que de sus éxitos. Los éxitos aunque, sean los
que más brillan, indican que todo salió bien y que la suerte terminó jugando a
nuestro favor, mientras que los fracasos muestran la fortaleza que tuvimos que
tener para sobreponernos al dolor y a situaciones límites y los llevamos con el
orgullo de las cicatrices obtenidas en batalla.
El caso es que estuvimos de charla hasta casi las 4 de la
tarde, hora a la que cada cual terminó enfilando a sus hoteles para pasar la
tarde con las piernas en alto descansando. Nosotros estábamos de suerte porque
teníamos un restaurante italiano a 30 metros del hotel y cuando volvíamos nos
paramos y reservar mesa para por la noche nos dijeron que no nos preocupásemos
y que no tendríamos problema a la hora de cenar.
Como plan especial para la tarde del sábado, había realizado
una reserva para la visita a la cúpula diseñada por Norman Foster para el
Bundestag. Una bonita visita de unos 20 minutos y que permite ver de forma
panorámica Berlin. La entrada es gratuita y se puede reservar online. Comentar
que yo me equivoque un poco por la hora, reservé a las 8 de la tarde y eso ya
para Alemania es noche cerrada, por lo que las vistas, a excepción de los
edificios iluminados, desmerecen un poco. Si vais y queréis reservar creo que
la mejor hora para subir debe ser más o menos a las 6 de la tarde.
Pero bueno, tras la visita, a eso de las 9 estábamos cenando
el tradicional plato de pasta y una pizza. Yo ya de cerveza estaba hasta los
huevos, así que opté por beberme dos botellas de agua y terminar de hidratar el
cuerpo.
A las 10:30 estaba en la cama y no creo que tardase más de
10 minutos en dormirme.
Pase la noche casi del tirón si no hubiese sido por las 3
veces que tuve que levantarme a mear por el exceso de liquido en el cuerpo. A
las 6:15 de la mañana sonó el despertador y con calma desayunamos en el cuarto.
Yo siempre llevo unas galletas caseras que me hace mi mujer
de con avena, crema de da cacahuete, almendras, chocolate y varias historias
más que siempre me han funcionado de puta madre. Eso junto a un batido de
chocolate, un plátano y una botella de medio litro de agua es todo lo que
necesito para estar a punto.
Estaba en silencio, concentrado, intentado prepararme para
la carrera. Siempre tengo una doble sensación de miedo y euforia justo antes de
la carrera. Miedo porque sé lo que se me viene encima, los kilómetros, el
tiempo corriendo, el ritmo elevado, el esfuerzo, el desgaste... Parece que no,
pero si te pones a pensarlo con detenimiento te entran ganas de salir corriendo
en dirección contraria a la salida para no tener que hacerlo.
Y por otro lado está la euforia de saber que puedes con todo
eso, que estar en la salida es un premio a los meses de entrenamiento, a los
madrugones, a todos los esfuerzos realizados, notas como la confianza atesorada
a lo largo de los entrenamientos te da fuerzas, como todos los ánimos y aliento
de los amigos y compañeros grita a cada una de las células de tu cuerpo que vas
a hacerlo y que vas a conseguirlo y notas como la adrenalina que inunda tus
venas te convence de eres capaz de todo y que estas plenamente preparado.
Está claro que hablar de sensaciones es algo que es difícil
de explicar, pero estoy seguro que todos los que se han tenido que enfrentar a
un maratón entienden lo que estoy diciendo. Pero también tengo claro que
tuviesen que explicar las sensaciones que tienen ellos usarían otras palabras
completamente diferentes, pero que serían exactamente igual de comprensibles
por otros que fuesen corredores.
La mañana era perfecta. Una agradable temperatura de unos 14
grados a las 7:15 de la mañana, cielo despejado, sin viento. Es decir, 0
excusas para darlo todo, ceñirte al plan y lograr el objetivo que cada cual
tuviese en mente.
Yo personalmente me había auto impuesto seguir con el plan
inicial que tenia para la carrera. A saber, tenía que pasar el km 30 por debajo
de 2:05 que era mi compromiso con Antonio y ese sería mi silencioso homenaje a
su ausencia. Sabía que el iba a estar pegado al teléfono desde el momento en el
que diesen la salida y no podía defraudarle.
El acceso a los cajones de salida fue muy cómodo, yo estaba
en el cajón C (marcas acreditada inferior a 3 horas) y la verdad es que no
encontré nada de aglomeraciones. Me sorprendió que no fuesen muy estrictos en
el control de entrada para acceder al cajón y aunque fijándome vi algún
listillo que se había colado, la mayoría de corredores iban con su C en el
dorsal.
Y empezó la cuenta atrás con todo su correspondiente
espectáculo. Primero la salida de los handbikes, luego la presentación de las
atletas de élite y luego el apoteosis con la presentación de Kipsang, Bekele y
compañía.
Y tras eso, los últimos dos minutos de preparación. Para
aquellos que habéis estado en una salida de una gran carrera sabréis la
sensación de hermanamiento que hay en el momento de la salida de un maratón, la
explosión de sensaciones indescriptibles que tienes en esos dos minutos. Estas
completamente rodeado de gente, apiñados, a la espera del pistoletazo de
salida, con sus organismos funcionando al 110% y segregando adrenalina sin
parar, algunos se abrazan, otros lloran, algunos saltan, otros rezan... Mires
donde mires ves cosas completamente diferentes y llenas de sentimiento ya que cada
uno se enfrenta a eso en solitario siguiendo su propio ritual y rodeado de sus anónimos
compañeros de batalla.
Todo se despeja cuando dan la salida y el tropel empieza a
moverse. Todos enfilamos trotando poco a poco hacia el arco de salida mientras se
te va la mirada al cielo y ves los cientos de globos que han soltado. Pasas por
debajo del arco, activas el crono y empiezas a correr.
El cuerpo me iba tan sobrado que hice el primer kilómetro a
ritmo de 3'50'' sin ni siquiera enterarte.
Yo salía hombro con hombro con el globo de 3 horas y
rápidamente me integré en un grupillo que me parecía que llevaba un ritmo
bastante ajustado a mi plan de carrera. Y que he de decir que me llevó volando.
Viendo ahora los parciales de carrera no baje de 4'10''
hasta el kilómetro 25. Los pasos por controles iban clavados 20' por el 5, 40'
por el 10, paso por el 15 en 1:01. Todo un pelín rápido para el plan de carrera
que tenia, pero las cosas iban suaves y no me sentía incomodo. Solo alguna molestia
en los cuadriceps, pero nada alarmante.
El paso por la media en 1:26:13, impecable (Bueno no
mintamos, un minuto por encima de lo que quería). Siempre me he aplicado la
formula de que un maratón es (el paso por la media x 2) + 5' de perdida en
la segunda parte. Vamos que estaba con posibilidad de hacer alrededor de
2:57.
El caso es que cuando llegué al 25 note como las piernas
estaban un poco cargadas, vi como mi grupo de referencia se iba distanciando
muy poco a poco, 5 metros, 15 metros... Intentaba apretar un poco pero los
esfuerzos no eran suficientes y tampoco quería forzar más de la cuenta, quedaba
mucho por delante y las cosas iban bastante bien, era hora de refugiarme en mi
entrenamiento y usar la cabeza.
El paso por el 30 lo hice en 2:04:06. Había cumplido mi
misión y mi objetivo para con mis compañeros. Desgraciadamente no tenía a nadie
a mi lado con quien celebrar que estábamos donde queríamos y en el momento en
que queríamos, y lo peor de todo es que notaba como las piernas empezaban a estar
más cansadas de lo normal y en mi mente entró el Grinch de la derrota.
Aun así, lo tenía todo de cara, iba con tiempo de sobra para
poder hacer 12 km a un cómodo ritmo de 4'40'' pero en mi mente empezó la
batalla del muro. El peso de anteriores situaciones similares empezó a lastrar
mis piernas y empecé a luchar contra mi mismo.
Veía como muy poco a poco iba bajando el rimo pero me
defendía bien. El paso por el 35 fue de 2:26:12. Iba perdiendo segundos poco a
poco, pero aún así seguían cayendo los kilómetros por debajo de 4'30'' y ese
ritmo me situaba en meta por debajo de las 3 horas.
El 35 fue el último kilómetro que hice en condiciones. A
partir de ese momento las piernas petaron y llegó el dolor. A partir del 37
ritmo empezó a caer en picado, 4'35'', 4'40'', 4'48'', 4'54'', 5'13'', 5'21'',
zancada a zancada veía como me iban pasando corredores. Veía como la gente me
pasaba apretando los dientes para llegar a meta por debajo de 3 horas y yo
intentaba engancharme, pero las piernas no podían más.
Y cuando las piernas no andan, poco se puede hacer. Los
últimos kilómetros los hice mirando al suelo y levantando la cabeza en cada
curva para ver si conseguía ver en ese giro la Puerta de Brandengurgo al fondo,
pero nada. Seis giros hay en los últimos 2 kilómetros y seis veces se me vino
el mundo al suelo al no ver la meta al alcance de la mano.
Os juro que cuando vi caer las 3 horas en el reloj sentí
cierto grado de liberación, no sé si porque así ya no tenía que intentar seguir
apretando o si porque ya era consciente que veía la meta al fondo y estaba tan
jodido que me daba igual el tiempo y que lo único que quería era terminar de
una vez y pararme.
Es muy triste entrar en un maratón pasadas las 3 horas.
Porque ves a todos los cabrones que te han adelantado y que han conseguido
bajar mientras que tu no lo has conseguido, quedándote a las puertas... Tres
maratones consecutivos llevo dándole al larguero 3:00:02, 3:00:12 y ahora
3:01:33. Y aunque me consuelo pensando que en su día hice 2:55 y que ya tengo
mi marca, no dejo de pensar que tal vez no se sufrir lo suficiente y que por
pura falta de esfuerzo se me ha escapado la marca 3 veces seguidas.
No obstante ese escozor llega pasado un tiempo, en el
momento de llegar a meta no existe. Estaba feliz por haber podido parar de
correr y descansar un poco. Tambaleándome me pusieron la medalla, te dieron la
bolsa de avituallamiento y me bebí una botella de agua con calma después
haberte tirando por la cara unas 20 veces liquido a lo largo de la carrera.
En ese momento me invadió una profunda sensación de paz.
Había sobrevivido a la batalla otra vez. Lo había dado todo y, siendo sincero, dentro
de mi sabía que me había venido muy arriba pensando que podía bajar de 3 horas,
así que la marca obtenida era bastante satisfactoria para el entrenamiento y el
número de kilómetros realizados.
No obstante en ese momento no puede evitar empezar a realizar
una pequeña auto crítica por el "fracaso" de haberme quedado a las
puertas pero empecé a pensar en mi discurso de auto convencimiento y me digo a
mi mismo que mido 1,91, peso 85 kilos cuando estoy a punto para competir,
entreno solo, me preparo solo mis planes de entrenamiento, no sigo dietas, no
tomo suplementos alimenticios, estoy apunto de cumplir 40 años y llevo 5 años
en la pomada de las 3 horas. Y entonces me doy cuenta que todavía me queda un
poco de cuerda para seguir dando guerra y que tengo margen de mejora si busco
ayuda en los entrenamientos, si empiezo a ir al gimnasio o cosas así.
Además la birra fría que me dieron en meta ayudo mucho para
que todas esas cosas que se me pasaban por la cabeza me importasen una mierda y
disfrutase al sol mientras llegaba Juan a ver que marca había conseguido.
Juan también se había encontrado con el tío del mazo allá
por el 35. Finalizó en 3:14:13 y a pesar de haberle pegado un bocadito a su
marca, creo que también internamente se quedo con las ganas de haber bajado un
poco más.
Está claro que el maratón es así y que pone a todo el mundo
en su sitio. Hay veces que es cruel, pero hay que reconocer siempre es justo.
Y eso si. Que no os quede a ninguno la duda que aun tenemos un asuntpo pendiente que quedará resuelto el año que viene. Salud y fuerza hermano!!!