En esto de correr maratones las dimensiones de la prueba y de nuestros sueños son difíciles de calibrar, la magnitud del entrenamiento, la grandeza del momento, la dureza de la prueba y los 42 kilómetros que hay que superar son un todo y sinceramente creo que no se pueden valorar individualmente sino que hay que hacerlo en conjunto.
Por lo que a esta maratón respecta, el entrenamiento ha sido largo, concienzudo y exigente. El reto de bajar de 3 horas ha sido el foco que ha guiado estos casi 5 meses de entrenamientos, con muchos esfuerzos y sufrimientos que he asumido con una alegría creciente puesto que he visto como he mejorado sustancialmente mis marcas y mi forma.
Mes a mes y carrera a carrera, he ido pulverizando mis marcas en 10 km, corriendo todas ellas por debajo de 39 minutos y pudiendo llegar a correr la San Silvestre Internacional en la que firme un tiempo en meta de 37'15''. Por otro lado y cuando empecé a centrarme en mayores distancias también he pegado un salto cualitativo espectacular, firmando dos medias maratones (Getafe y Fuencarral) en 1:23, marcas que, sinceramente, no me habría planteado hace 5 meses.
Esta progresión me ha ido mentalizando de que el trabajo realizado había sido el correcto y que, sobre el papel, la marca de sub 3 era factible y era un objetivo que podía plantearme seriamente.
En base a esta progresión planifique la carrera. La idea era ir a ritmo de principio a fin, engancharme a la liebre de 3 horas e ir con ella hasta el final, y si ya en el 38 tenía fuerzas apretar un poco, pero no gastar ni un gramo de energía de mas a lo largo de la carrera. Siempre en el grupo y victoria o muerte.
Pero bueno dejémonos de análisis previos y centrémonos en la carrera.
Baje a Sevilla el sábado por la mañana con 3 amigos, 4:30 de coche sin pisarle y del tirón y llegamos perfectos para dejar las cosas en la habitación de CEAR e ir con calma a comer cerca de la feria del corredor que era en el FIBES en Sevilla.
He de decir que la feria fue bastante decepcionante. Muy desangelada, pocos stands de calidad y las marcas daba la sensación que ni siquiera estaban interesadas en estar allí. Un amigo quiso comprarse unas New Balance y siendo el patrocinador oficial de la prueba, ni vendían ni tenía tallas para que la gente se las pudiese probar.
El resto de stands por el estilo, sin modelos de zapatillas, con pocas opciones para comprar y restos de stock. Lo único que se podía comprar eran calcetines y medias de compresión, el resto de productos inexistentes o sin tallas. Incluso en el stand de Power Bar cuando un amigo quiso comprarse los geles ya no les quedaban y nos remitían a otros stands donde, evidentemente, también se les habían acabado los geles.
Menos mal, que me los traje de casa, porque en algún momento se me paso por la cabeza comprarlos en la feria y si no hubiese podido comprar los míos me habría dado algo.
Lo mejor de la feria fue encontrarme con mi compadre Oli, al que hacia un huevo de tiempo que no veía y al que conozco desde el Maratón de Nueva York de hace 3 años.
Tras la feria, un rato al hotel a vegetar y poner las
piernas en alto antes de la cena. Los nervios estaban a flor de piel y estaba
con esa sensación pre maratón de tener todas las cedulas de cuerpo en tensión,
pero la charla con Juan Miguel y una ducha caliente rebajaron la presión y a
las 8:30 nos fuimos dando un paseo hacia en restaurante italiano en el que teníamos
reservada una mesa para cenar.
He de reconocer que los nervios me tenían atenazado el
cuerpo y que tenia cierto grado de malestar, pero la cena y 2 cervezas me
ayudaron bastante a dejar de pensar en la carrera. Puede que creáis que es una tontería,
pero para mí lo peor de una maratón son los nervios y las incertidumbres
previas a la carrera, ya que siempre he corrido maratones con algún objetivo y
nunca he corrido sin la presión y el agobio de cumplir conmigo mismo.
Tras la cena y prontito nos fuimos al hotel a sobar y puedo
asegurar que a las 11:30 ya estaba durmiendo a pierna suelta, solo me desperté
por la noche una vez por el exceso de hidratación y a eso de las 6 ya estaba
con el ojo abierto.
Bajamos a desayunar a las 6:30 de la mañana al comedor del
CEAR, un cuenco de cereales, una tostada con mantequilla y mermelada, un zumo
de naranja, 2 lonchas de pavo, 2 cucharadas grandes de miel y una muffin de la
suerte de chocolate con nueces.
La gente en el comedor se la veía bastante concentrada, algún
grupo con conversación suave, pero la mayoría de la gente estaba callada y
desayunando mecánicamente. Lo más probable es que ese silencio y esa calma se
debiese a que todos estaban medio dormidos, pero a mi me gusta pensar que es la
concentración del guerrero antes de un épico combate.
Ya de vuelta en la habitación, una duchita templada para
soltar los músculos, a vaciar el estomago y a terminar de prepararme. Una serie
de rutinas ya adquiridas en el tiempo me mantiene tranquilo mientras me voy
preparando, la ropa ordenada, el dorsal prendido en la camiseta, mis calcetines
de la suerte, las zapatillas, la gorra. Todo bien ordenadito para que no se me
olvidase nada.
El cielo despejado sin una sola nube, previsión meteorológica
perfecta con una temperatura prevista a la hora de la salida de 9º, sin viento,
sin excusas, el escenario perfecto para correr y una promesa cumplida por
Sevilla que nunca falla a la hora de ofrecer las mejores condiciones para
correr la maratón.
En ese momento ya casi no hay nervios, no se piensa en la
carrera, ni nada, simplemente se anda como si fueses un autómata hasta el cajón
de salida y ocupas tu puesto junto a tus miles de compañeros de carrera.
Todos somos iguales en ese momento, el olor a linimento,
vaselina y cremas de todo tipo te llega por todos lados, todos llevamos la
camiseta especial, los pantalones de la suerte, los geles. Todo el mundo va
dando sus saltitos para calentar, comprueba que el GPS se ha conectado
correctamente y que tiene todo lo necesario para carrera a pesar de que ya lo
ha comprobado 100 veces.
Es el momento de desear suerte a los que tienes al lado,
abrazarte con los amigos y transmitir esa confianza y esa fuerza sin palabras
de una mirada de alguien que sabe el camino que te ha llevado hasta ese
momento. La amistad entre corredores está llena de silencios llenos de
palabras.
Suena el Highway to Hell de AC/DC a todo volumen y empezamos
a correr. Todo va bien. Salimos sin problemas y me pongo a ritmo fácilmente y
sin agobiarme voy acercándome poco a poco al globo. El ritmo es perfecto a
4'10'' y he empezado de puta madre sin sentirme cansado ni pesado. Las piernas están
perfectas y en cuestión de 2 - 3 km me he puesto a la altura del grupo y he
encontrado un sitio bueno para correr.
Iba tan concentrado en la carrera y en buscar un buen sitio
que ni me he dado cuenta de cuando me han dejado Juan y Antonio, pero no pasa
nada, todo bien. La liebre marca el ritmo perfectamente y los pasos por los
puntos de control van perfectos. km 5 en 20'55'' y km 10 que era mi primer
punto de control mental en 41'55''.
Todos en el grupo estamos contentos. Se oye a la gente
animar a la libre y apoyar su trabajo diciendo que el ritmo es de puta madre y
que lo está haciendo de cojones. Todo hasta ese punto va bien.
A partir de ese momento (km 12,5) en los avituallamientos se
empieza a montar un barullo de cojones. Resulta que son muy cortos y encima
solo están situados en un lado de la calzada, por lo que cuando los ves, antes
de llegar al lateral para poder pillar algo, se han terminado las mesas y no
has podido pillar agua.
La gente del grupo, muy solidaria y viendo el puto desastre
que supone no ir bebiendo en todos los avituallamiento, se va rulando los vasos
de cartón con el agua, porque los de isotónica los sirven en vasos de plástico
tan pequeños que resulta imposible pasarlos.
En vez de beber bien, solamente pude beber a medias en la mayoría
de los puntos. Cuando pillaba agua no podía pillar isotónica y al revés, las
veces que tenia la mano libre para la isotónica era porque no me había dado
tiempo a pillar el agua.
Este problema con los avituallamientos se mantuvo a lo largo
de toda la carrera desde el km 10 y desde mi punto vista fue una putada
bastante grande, porque el día era caluroso e invitaba a beber todo lo que se
pudiese y por culpa de una organización chapucera no pudimos hidratarnos todo
lo que hubiésemos querido.
A pesar de eso me mantuve bien. Paso por el kilometro 14
perfecto y según el plan en 58'45'', con un minuto de margen sobre el límite de
tiempo. Bien. En el 15 me comí el primero de los geles y sin problema, ya los había
probado con antelación y entro perfecto. Ya en mente estaba el paso por la
media y todo iba según lo provisto.
Paso por la media en 1:29:38, clavando el ritmo, con el
grupo de sub 3 bastante numeroso, todos con moral y de momento sin ver a la
gente sufrir demasiado. Algunos gritos de ánimo entre los componentes del grupo
y como si todos fuésemos uno solo continuamos nuestro camino a ritmo constante
de 4'15''.
Estamos en la zona más fea y alejada de la carrera, en una
zona de avenidas anchas, con tráfico en el carril contrario y un poco al
descubierto, lo que hace que el ritmo baje 2 o 3 segundos y del 24 al 27 casi
rodamos el 4'20''.
A pesar de eso nos recuperamos y el ritmo mejora a partir
del 27. Todo va de puta madre y nos acercamos a la barrera psicológica del 30,
cuando de repente, en el 29 sin previo aviso, la liebre se lleva la mano al
cuadriceps y se para.
Casi no me ni tiempo de mirar atrás y ver que pasa, el grupo
como si fuese una manada de caballos a toda velocidad sigue adelante y mantiene
el ritmo, y yo en medio empiezo a maldecir el ataque de pánico que tenia verme
sin liebre en un momento crucial de la carrera.
A pesar de eso, las dudas no podían durar demasiado, el tren
seguía hacia adelante y en el 30 a la altura del Benito Villamarín empieza lo
duro de la carrera, así que me como el segundo de los geles, compruebo el reloj
y renuevo la confianza mental confirmando que puedo conseguirlo.
Juan Miguel y Antonio me esperan en el 32 y cuando se
enganchan no se creen que vaya tan bien. 2:15:12, 10 km por delante y 45
minutos para terminar la carrera, vamos a ritmo de 4'15'' y puedo permitirme
hasta un ritmo de 4'30'', si dosifico lo consigo y además tenemos por delante la
parte más bonita del maratón.
Mis escoltas se ponen uno a cada lado y nos ponemos al lio.
El 32 y el 33 mantengo el ritmo sin problemas, pero ya entrando en el parque de
Maria Luisa, con sus adoquines, sus curvas y su plaza la cosa no empieza a
carburar. Empiezo a notar las piernas cansadas, de pecho y de cabeza voy bien,
pero el cansancio empieza a apoderarse de la zona de los gemelos.
Procuro no pensar mucho en ello y me centro en intentar
seguir el ritmo que me van marcando, pero poco a poco noto que la velocidad va
bajando. Intento en un par de ocasiones volver a animar las piernas, y en el 35
sigo manteniendo el ritmo por encima de 4'30''. A pesar de eso las piernas no
dan más de si y dos repechos de risa me machacan el ritmo.
Ya el 38 y el 39 los estoy marcando a ritmos de 4'45’’ y
estoy en el puto límite para conseguirlo. Paso por el 39 en 2:47:21, tengo
12'30'' para correr 3 km. PUEDES HACERLO JODER!!! VAMOS NACHO!!! Los gritos de
Juan Miguel y Antonio me revientan los oídos y hago un último esfuerzo más por
intentar aligerar el ritmo, pero es imposible. Ponerme otra vez a ritmo de 4'
el km era imposible y mi mente ante la certeza de que todo estaba perdido se
derrumbo. Toda mi fortaleza construida entrenamiento a entrenamiento y
kilometro a kilometro se deshizo y voló por los aires.
Las piernas se mueven pero ya no responden a mis intentos de
apretar. Cuando me fijo a un lado en el que hay un tío tirado en el suelo con
las piernas con mas nudos que una cuerda me doy de que hace tiempo que hay
gente pasándome. Veo el estadio al fondo como un gran monumento al fracaso y
justo en ese momento me entra el flato como si me hubiesen hundido un cuchillo
en mitad del pecho, me pare para respirar y llenar el pecho de aire, y creo que
habría llorado si me quedase algo de liquido en el cuerpo, pero al no quedar
nada me puse otra vez a correr lo más dignamente posiblemente para terminar.
Esos últimos dos kilómetros los pase consolándome en que
seguro que mejoraría marca, pero un tremendo sabor a derrota invadía mi boca.
Juan Miguel y Antonio ya conscientes de que no lo conseguía habían dejado de
gritar y como buenos amigos y compañeros ya solamente estaban a mi lado casi en
silencio animándome calladamente para que sacase las últimas fuerzas para
llegar a meta y terminar ni sufrimiento.
En cierto modo mi fracaso era el suyo, porque aunque ellos habían
caído en el camino en cierto modo habían depositado en mi sus esperanzas de
triunfo, es quizás que por eso que no disfrute nada de la entrada al estadio,
ni del tartán de la pista, ni del videomarcador gigante, ni de las gradas
llenas de gente. Al final casi, no mire a las gradas ni a mi alrededor,
simplemente termine no sin tener el frívolo detalle de intentar terminar con
una sonrisa para la foto de entrada en meta.
3:04:54 todo un triunfo y a la vez una tremenda decepción.
Ya cruzado el arco de meta y mientras andaba a trompicones
hacia una chica que me miraba sonriente medalla en mano todo se calmo. Me
abrace con Juan y con Antonio y sin tener que decir nada les agradecí lo bien
que se habían portado conmigo a la vez que en cierto modo me disculpaba por no
haberlo conseguido. Fue durante unos segundos, pero con ese callado abrazo todo
termino y en ese momento todo cambio.
Ya no estaba tan cansado, y la marca no parecía tan mala.
Hacia un día magnifico y me puse a mirar la medalla mientras pensaba que
mejorar mi marca 5 minutos no estaba tan mal y que seguía mejorando, que
cojones, en 5 años siempre había ido tirando para arriba mi marca y era mi
tercer maratón consecutivo por debajo de 3:10:00.
Ya con esos pensamientos y en los túneles de salida del
estadio en donde estaba el avituallamiento final, empecé a beber agua y
Powerade para recuperarme, me comí un par de dátiles, una naranja y en ese
momento me trajeron una cerveza que apure de un trabo y mientras me la
rellenaban ya estaba como nuevo.
En esta vida y en este deporte hay que saber que cuando se
pincha, se pincha y no hay que poner excusas de ningún tipo. Habrá otras
oportunidades y en esas estoy seguro que lo conseguiré, vaya que si lo
conseguiré.
Además, que coño, mi liebre no había terminado la carrera,
el favorito para ganar se había retirado en el km 28, el maratón lo había
ganado la liebre y el resto de favoritos había entrado a 4 minutos del ganador,
así que seguro que en cualquier charla de bar iba a tener argumentos para
defender mi marca y el trabajo realizado.
Ya analizando la carrera me he dado cuenta de que lo
importantes es que seguí el plan a la perfección. Los ritmos, los tiempos de
paso, los avituallamientos, todo fue perfecto y según lo que tenía en mente
hasta que llegue al final donde las piernas no resistieron y creo que es
positivo el haber planificado adecuadamente todo.
Así que en el fondo todo puede computar como un pequeño triunfo y una promesa de que la proxima vez, si sigo dadndolo todo, puede que lo consiga.
A lo largo de estos dís ire actualizando la entrada con fotos y videos que me iran llegando poco a poco.
Impresionante crónica Nacho, has plasmado todos los estados de ánimo y situaciones por los que puede pasar un maratoniano, con una emoción y una cercanía tales, que por momentos creí estar corriendo a tu lado. Como ya te dije ayer, ánimo y estoy seguro de que lo conseguirás más tarde que temprano. Un enorme abrazo amigo!
ResponderEliminarGracias Francisco.
EliminarÁnimo para la próxima, Nacho, ahí estuve yo también "dándolo todo", lo que pasa que a mi nivel (sub 4h) pero las sensaciones me resultan tan parecidas a las que relatas, que parece un calco...no tuve flato, pero las piernas me abandonaron en la Plaza de España... no pude con las 3h45 y me fui a 3h55. Pero ¡qué coño! ¿y lo bien que lo pasamos pasándolo mal? Ja, ja!! Me ha gustado mucho tu relato de la prueba. ¡Un abrazo fuerte!
ResponderEliminarEs cierto Juanma, una vez a pasado el dolor y lo miras desde la distancia, lo que ves es la grandeza de lo que has conseguido, y desde ese punto encuentras inspiración para los proximos retos en vez de razones para lamentarte.
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