Cuando me
preguntan en que pienso cuando corro les digo que mis pensamientos son como un rio
por el que fluye el agua y por donde van pasando las ideas de forma clara y
cristalina.
A veces
pasan de manera apresurada, saltarinas y frescas, en donde las ideas como si de pequeñas gotas
de agua se tratase que van golpeando la cara y que me hacen ir brincado de otra, fijándome en
todas pero sin prestarle atención a ninguna.
Otras veces
se forman remolinos en mi mente, enormes masas de ideas o ideas enormes en sí
mismas, difíciles de abarcar y que observo como da vueltas atacándolas una y
otra vez pero volviendo siempre al mismo sitio, es como estar perdido en la selva y
andar en círculos.
Y otras
veces esas mismas ideas pasan lentas y pesadas delante de mí, bloquean mi mente
y la dejan casi petrificada pudiendo estar horas mirando una misma imagen sin
ni siquiera darme cuenta de que apenas ha cambiado.
Lo más
extraño de todo es que esas ideas, tan claras y tan limpias a veces y tan
pesadas y densas otras, al igual que agua, se me escapan de entre los dedos
cuando intento retenerlas. Cuando las toco se desmenuzan y se me deshacen entre
los dedos quedándome solo con pequeños fragmentos inconexos entre sí. En ese
momento no me queda más que correr tras ellas apresuradamente intentado atrapar
esos fragmento que se escapan, pero sin darme cuenta que no olvido de los que
tenia apretado entre mis dedos.
Y así pasa
el tiempo mientras corro. A medida que pasan los kilómetros voy viendo pasar
ideas, a veces geniales y a veces absurdas, a veces complicadas como un
intrincado mecanismo y otras veces sencillas como una sonrisa.
Hace
tiempo que no intento agarrarlas, simplemente las observo como si de un rio se
tratase, disfruto de ellas y simplemente las dejo pasar.
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